Entendiendo el colesterol: ¿por qué lo hay bueno y malo?

colesterol

Es un clásico en las salas de espera de los centros de salud: “¿Y usted, cómo tiene el colesterol? Porque el mío está por las nubes…”

Pero ¿sabemos en realidad de qué estamos hablando? ¿Por qué hay un colesterol bueno y otro malo? ¿Es cierto o falso que los huevos suben el colesterol?

Poca gente sabría decir qué es el colesterol, pero una cosa está clara: se le tiene miedo. Normal, después de años demonizándolo como si fuera el causante de todos los grandes males del mundo moderno (léase enfermedades cardiovasculares).

Y aunque es un factor de riesgo que no hay que descuidar, lo cierto es que en torno a él se han levantado unos cuantos mitos que conviene ir desmontando… Vamos a ello.

Colesterol: ¿el villano de la película?

Normalmente, cuando oímos hablar del colesterol en según qué contexto, las referencias no pueden ser peores: es uno de los enemigos más peligrosos para nuestro corazón y hay que mantenerlo a raya.

Y es cierto. Tener un colesterol elevado se considera un factor de riesgo cardiovascular. Se adhiere a las arterias y produce lo que llamamos arterioesclerosis: debido a los depósitos en las paredes arteriales, el paso se estrecha, el flujo sanguíneo se reduce y, según la gravedad, puede haber riesgo de rotura o de obstrucción.

Pero ¿qué es el colesterol en realidad?

Pues se trata de una sustancia grasa necesaria para que el organismo funcione con normalidad. Interviene en algunos procesos importantes:

  • En la producción de esteroides, hormonas imprescindibles para el funcionamiento de nuestro organismo.
  • En la síntesis de ácidos biliares, importantes para la asimilación de las grasas.
  • En la producción de vitamina D.

Si todo va bien, nuestro hígado produce el colesterol que necesitamos. Cuando hay un exceso, nuestro cuerpo tiene métodos para eliminarlo: lo lleva de regreso al hígado y allí se destruye.

Colesterol bueno, colesterol malo: vamos a despejar dudas

Ya tenemos claro que el colesterol es necesario para que nuestra “máquina” funcione. Para desplazarse por el cuerpo, el colesterol se une a las lipoproteínas que (he aquí la distinción de la que tanto se habla) pueden ser de dos tipos:

#1 LDL (Low Density Lipoprotein), o de baja densidad

Estas lipoproteínas transportan el colesterol que sintetiza el hígado y lo mantienen circulando en la sangre hasta llevarlo a los órganos que lo necesitan. Si es excesivo, una parte puede quedar adherida en las paredes de las arterias. Por eso se le llama, simplificando, colesterol malo.

#2 HDL (High Density Lipoprotein), de alta densidad

Estas otras hacen el viaje de vuelta: llevan el excedente de colesterol de regreso al hígado, donde se elimina reciclándolo o excretándolo. A este tipo se le llama colesterol bueno.

Podemos saber cuál es nuestro nivel de colesterol total en sangre con una simple analítica. Se entiende que un parámetro normal estaría por debajo de 200 mg/dl. Entre 200 y 240 mg/dl sería un nivel normal-alto, y por encima de 240 mg/dl sería un nivel alto.

Sea como sea, la cuestión es que es muy habitual encontrarse a amigos o conocidos preocupados porque “tienen el colesterol en 250” y nos cuentan que han dejado de comer determinados alimentos para que les baje. Como se podrá intuir, existe bastante confusión en torno a este tema.

¿Qué tengo que hacer para controlar el colesterol?

Como dijimos, el colesterol que hay en nuestro torrente sanguíneo se fabrica en el hígado. Por lo tanto, si tenemos un exceso de colesterol hay que mirar hacia el hígado y el proceso de síntesis que se produce en él. Lo que comemos, si bien es importante, no tiene un impacto tan directo sobre los índices de colesterol, con algún matiz que veremos más adelante.

Es decir, que no por comer menos carne te bajará el colesterol malo, o por comer más verduras te subirá el colesterol bueno.

Tienen mucho más peso otros factores, como por ejemplo la genética del individuo. También el sedentarismo: el ejercicio moderado sí logra aumentar el colesterol bueno y reducir el malo. Dejar de fumar es otra tarea en nuestra lista, así como reducir el consumo de alcohol y mantenernos en un peso saludable.

Tener bajo control todos esos aspectos de nuestra vida cotidiana sin duda tendrá un impacto positivo. Eso no quiere decir que no convenga mantenerse bajo supervisión médica, para que sea un especialista el que decida si en nuestro caso es necesario o no tomar medicación.

Los mitos de la alimentación: las grasas, las grandes olvidadas

Sobre la influencia de la alimentación en los índices altos de colesterol ha habido bastante controversia entre especialistas. Hay quienes reducen o retiran alimentos que supuestamente van a aumentar nuestro colesterol malo: carnes rojas, huevos, queso y, en general, los alimentos grasos.

La grasa ha sido durante años el enemigo, el alimento a desterrar para llevar una vida sana.

Esto fue así porque los médicos y nutricionistas de los años 60 y 70 culparon a las grasas del aumento de las enfermedades cardiovasculares, sin diferenciar unos alimentos de otros. De ahí el boom de los productos desnatados y los 0% en materia grasa como paradigma de la alimentación saludable.

Pero obviamente, la grasa de unas patatas fritas de bolsa no es la misma que la que hay en un puñado de nueces. No hay que ser un experto en nutrición: basta con un poco de sentido común.

Las grasas de calidad (frutos secos, huevos, aceite de oliva, pescados azules o aguacates, entre otros alimentos) son necesarias en nuestra dieta, así que vamos a dejar de culpar a las grasas, en genérico, de nuestras pesadillas con el colesterol.

En cambio, deberíamos poner nuestra atención en el azúcar, y no solo la cucharadita que echamos al café, sino al que está “escondido” en prácticamente todos los alimentos procesados. La metabolización del azúcar está mucho más vinculada a los niveles altos de colesterol que las grasas.

¿Y qué pasa con los productos “buenos para el colesterol”?

La verdad es que la gran cantidad de publicidad que nos ofrece productos que regulan o disminuyen el nivel de colesterol ha contribuido a aumentar la confusión.

Tanto es así que podemos llegar a pensar que si nos tomamos diariamente tal o cual yogur o si elegimos aquellas galletas del anuncio en vez de las de al lado, mantendremos a raya nuestro colesterol, y nada más lejos de la realidad.

Lo que te debe preocupar es mantener una dieta variada y saludable. Si no sabes cómo hacerlo, lo mejor es que te asesore un experto en nutrición.

Mientras, puedes ir tomando nota de este sencillo consejo: saca del carro de la compra los productos procesados y empieza a llenarlo con alimentos frescos. Tu salud lo agradecerá y, si no hay otra patología, el colesterol dejará de ser un problema.

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